Netta Barzilai, interpretando «Toy», y representando a Israel, fué la ganadora del concurso Eurovisión 2018.
Netta Barzilai devolvió el espectáculo a Eurovisión y se alzó con la victoria con la propuesta más alocada de la noche, “Toy”, tema con el que llenó Lisboa de cacareos, referencias a la cultura pop y una atrevida puesta en escena.
Con 529 puntos, Israel consiguió su cuarta victoria en el festival -ya ganó en 1978, 1979 y 1998- con una apuesta extravagante, en una gala en la que la sencilla propuesta de los españoles Amaia y Alfred no consiguió pasar de la vigésimo tercera posición.
Vestida con un kimono y al mando de un sintetizador, Netta se subió al escenario sin miedo y con un número radicalmente opuesto al que llevó al portugués Salvador Sobral a hacerse con el micrófono de cristal en 2017.
El intento de Sobral de cambiar el festival con su “Amar pelos dois”, con una actuación intimista que era puro sentimiento, no duró más de un año y Eurovisión volvió a lo que ha caracterizado el certamen en las últimas décadas: el espectáculo.
Rodeada de figuras de gatitos asiáticos y con menciones a Wonder Woman y a Pikachu en la letra, que busca el empoderamiento de la mujer, Netta y su “Toy” pusieron al Altice Arena de Lisboa a sus pies y confirmaron el favoritismo que había rodeado a la cantante, de 25 años, en los dos últimos meses.
Atrás quedaron su máxima rival en las apuestas, Eleni Foureira y su “Fuego” para representar a Chipre, que acabó segunda, y el austríaco César Sampson (“Nobody but you”), que dio la sorpresa al colarse en el podio para acabar tercero, después de obtener la máxima puntuación del jurado pero no convencer tanto a la audiencia.
No sólo Netta llevó el espectáculo a la capital portuguesa; las llamaradas, los efectos y los golpes de luz fueron una constante durante gran parte de la final del festival, que contó con pianos convertidos en ataúdes (Ucrania), cantantes girando en una ruleta (Finlandia) y hasta juegos de puertas (Moldavia).
También se vieron muchas apuestas por efectos de la realización, como en la actuación del representante noruego, que tocaba instrumentos dibujados sobre la pantalla, o de Chipre, con imágenes de llamaradas rodeando a la cantante.
En el extremo contrario, los españoles Amaia y Alfred defendieron “Tu canción” con una propuesta sencilla y apostando todo al amor de sus protagonistas, lo que no fue suficiente para pasar de la vigésimo tercera posición en una gala que contó con otras baladas que gustaron más al público.
Fue el caso del alemán Michael Schulte, cuarto en la lista, que emocionó al público con sus lágrimas, y de la lituana leva Zasimauskaité, duodécima, que cantó en el escenario con su marido.
Tampoco ayudó a España la posición en la que actuaron, ya que salieron los segundos, un puesto en el que nadie ha conseguido ganar en 63 años de historia de festival.
El momento más tenso de la noche se produjo durante la actuación del Reino Unido (vigésimo cuarto), cuando un espontáneo saltó al escenario y le robó el micrófono a la cantante SuRie, a la que se le ofreció la oportunidad de repetir, pero la delegación británica se negó.
La peor suerte corrió para el anfitrión, Portugal, que pasó del triunfo a la derrota: sus representantes, Cláudia Pascoal e Isaura, acabaron últimas con sólo 39 puntos.
No obstante, Portugal fue un tema recurrente durante toda la gala y supo aprovecharla para mostrar sus bondades a los 200 millones de personas que sintonizan Eurovisión en todo el mundo, con las postales que presentaban a cada país, rodadas todas en suelo luso.
Ana Moura y Mariza llenaron de fado el arranque de una ceremonia en la que el dúo de DJs Beatbombers sonó durante el pase de banderas, aunque el invitado más esperado fue, sin duda, Salvador Sobral, que deleitó a los espectadores del Altice Arena con su nuevo tema, “Mano a mano”, acompañado al piano por Júlio Resende.
Pero el estadio le brindó la mayor ovación cuando volvió a cantar el tema con el que ganó el año pasado, “Amar pelos dois”, en una emotiva actuación junto al brasileño Caetano Veloso, con Resende luciéndose al piano.
Fue una reminiscencia del sentimiento que conquistó a los europeos el año pasado y que borró de un plumazo Netta con sus cacareos.
(EFE)
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